martes, 21 de febrero de 2012

La Crisis del 2008 en la UME

En primer lugar, decir que baso este breve resumen atendiendo al artículo de Antonio Torrero “las perspectivas de la Unión Monetaria Europea (UME)", publicado en el número 18 de la Colección Mediterráneo Económico: “La crisis de 2008. De la economía a la política y más allá”.


La crisis financiera estalló en otoño de 2007 en Estados Unidos y se agravó con la caída de Lehman Brothers. La crisis ha afectado a todos los países de la Unión. Por un lado, los activos tóxicos de alta rentabilidad y calificación comprados por el sistema bancario en los países ahorradores (es el caso de Alemania) y, por otro, el gran endeudamiento de las familias y las empresas de los países menos desarrollados de la UME, conseguido a través de los mercados internacionales y empleado principalmente en la construcción (un ejemplo es España). Tras romper con las ideas acordadas en Bretton Woods, los mercados han ganado el protagonismo en el sistema financiero internacional.


Para solucionar esta crisis tan profunda serían necesarias reformas importantes. Sin embargo, como dice Torrero, sigue vigente el protagonismo de los mercados financieros y su interconexión con el sistema bancario, el ámbito internacional en el que operan las instituciones financieras y el peso de la inversión institucional orientada a todos los países y mercados.

Con la crisis del 2008, las desigualdades entre países de la UME se han intensificado ya que las necesidades de financiación eran cada vez mayores pero el crecimiento económico era escaso. Otro aspecto que ha favorecido los desequilibrios ha sido el euro. La moneda común ha permitido tremendos desequilibrios financieros. Por ejemplo, al mismo tiempo que crecía el endeudamiento con el exterior, los países con menor nivel de renta experimentaban los mayores crecimientos de la UME, sin embargo, perdían competitividad por la tasa de inflación superior. Algunas consecuencias de la crisis son el crecimiento del endeudamiento público, el bajo crecimiento económico y los costes crecientes de la financiación exterior.



Como explica Torrero, los mercados financieros están formados por una comunidad muy extensa de gestores profesionales que actúan por cuenta de instituciones financieras y no financieras muy diversas, operan con perspectiva global en todos los mercados y tienen la capacidad de movilizar recursos mediante una alta tasa de endeudamiento. No existe un centro financiero identificable y visible como ocurría años atrás con el protagonismo de la City de Londres, por lo tanto, es mucho más complicado conocer las reglas de negociación.

Si queremos la estabilidad monetaria en los países integrantes de la UME y evitar las discrepancias en los tipos de interés, son necesarias reformas institucionales a favor de la unión fiscal. Una integración política de Europa, donde la fiscalía y el Banco Central Europeo trabajasen conjuntamente, frenaría la especulación y la inestabilidad financiera. De esta forma, acabaríamos con el protagonismo y el poder de decisión de los mercados financieros, los cuales se centran en estos momentos en los países más débiles y con menor credibilidad (PIIGS)



En resumen, el sistema financiero internacional se regía, desde los años ochenta del siglo XX hasta el 2008, por tres principios: globalización, liberalización de los mercados, abundancia de operadores financieros y aumento de la liquidez. La expansión del crédito hipotecario en los Estados Unidos es el origen de la crisis. Se empezó a conceder préstamos a personas de dudosa reputación financiera pero dispuestas a aceptar un tipo de interés más elevado, aumentando la rentabilidad de estas operaciones para los bancos e instituciones financieras. También se crearon nuevos productos como, por ejemplo, la titulización que consiste en la venta de los créditos por parte de los prestamistas, incorporándolos a instrumentos financieros, los cuales se venden a inversores particulares e institucionales deseosos de obtener una rentabilidad mayor que la de otros títulos de renta fija. Estos productos acarreaban mucho riesgo y, lógicamente, provocaron pérdidas a los bancos e inseguridad en los mercados. 


El 15 de septiembre de 2008 quebró Lehman Brothers y, al tratarse de mercados financieros globalizados, la crisis se extendió rápidamente por todo el mundo.